Héctor Incháustegui Cabral |
El
literato y filólogo español Dámaso Alonso (1969) expresa en uno de sus tantos
documentos: “el estudio del estilo es el
medio más eficaz para actualizar el placer estético de la creación artística en
su marcha viva para revivirlo o reexperimentarlo”. Son palabras que revelan
una valoración del estilo como aspecto importante de la obra artística, como
sello que la adorna dotándola de una estética
particular; cuyo estudio no es el simple análisis de aspectos formales,
sino que mediante él realizamos un reencuentro con la obra literaria en su viva
expresión, descubriendo detalles que con
un sencilla lectura se nos pueden
escapar.
El
presente estudio, más que un medio para actualizar el placer estético,
constituye un primer acercamiento a la descripción del estilo que caracteriza
la poesía de Héctor Incháustegui Cabral, partiendo de lo que otros autores han expuesto respecto a su obra.
La
poesía de Héctor Incháustegui Cabral, aun sin someterse a preceptos
tradicionales, responde a un estilo que la define. Si bien es cierto, su valor
trasciende más por su contenido que por la forma, pero como toda creación poética que se vale del
versolibrismo, por más espontánea que parezca, se ajusta a una serie de
recursos estéticos que no se pueden dejar a un lado, recursos cuyo valor radica
precisamente en dotar de belleza los
sentimientos e ideas del poeta por medio de la palabra y el ritmo. Sin ellos
quizás la experiencia en la lectura sería distinta.
Partiendo
desde lo más simple, lo primero que percatamos en la obra de Héctor
Incháustegui Cabral es el empleo del verso libre, sello de la poesía de los Independientes del 40 y característica
presente en los movimientos de Vanguardia. Ello supone recurrir al
encabalgamiento y a la recurrencia de sonidos iguales dentro del verso para
adquirir mayor expresividad. Pero Incháustegui como todo poeta que ha tenido
una larga trayectoria de estudios literarios y que ha crecido en un entorno
educativo idóneo para la formación de todo intelectual, arrastra toda una
tradición poética que se cuela en su poesía sin que él lo perciba
conscientemente.
Cómo
el mismo lo ha señalado: "... no hay
poesía sin tradición y un gran poeta suele ser el resultado, cuando se es realmente grande, de todos los
que antes que él ejercieron la profesión y que, niéguese o no, él será el
resumen en grande de todo lo que antes
que él hicieron sus antecesores en el tiempo"[1]. Percibimos
en estas palabras a un poeta modesto, consciente de la influencia que ha tenido
y de la deuda que tiene con todos aquellos que la han ejercido, algo que no se muestra renuente en reconocer.
José
Alcántara Almánzar nos dice:
Pocos escritores dominicanos contemporáneos han exhibido la proverbial Cultura de Héctor Incháustegui Cabral, cuya obra se nutría de la Biblia, los Clásicos españoles del Siglo de Oro, los prosistas de la Generación del 98, Los poetas la Generación del 27, los clásicos griegos y latinos, el teatro español, Shakespeare, narradores franceses, ingleses, rusos, toda la poesía Latinoamericana…” (Alcántara Almánzar, 2012, p. 362).
Por lo visto su obra ha sido
resultado de una educación bastante amplia
y diversa, con la cual sentó las bases para erigir su propio estilo.
El
estilo de Héctor Inchástegui ha sido
relacionado con el de los poetas estadounidenses
T. S. Eliot y Carl Sandburg, no solamente en el aspecto formal sino también en
el temático. José Alcántara Almánzar señala:
De T. S. Eliot (1888-1965) proviene por un lado, la técnica del verso libre, el afán por explorar la significación de la vida y la condición del hombre, los versos duros que no evitan los prosaísmos, la preocupación por la heterogeneidad urbana con su muchedumbre apática y mezquina… De Carl Sandburg (1899-1961), el lenguaje coloquial, las expresiones familiares llenas de rudeza y extravagancia, la crítica social, la fe en el hombre común y los sentimientos de identificación con las luchas sociales del proletariado (Alcántara Almánzar, 1978, P. 212).
Pero
Héctor Incháustegui no se limita a la mera imitación de estos poetas; haciendo
uso de los temas nacionales y de sus otras influencias dota su obra de un
carácter propio.
Se
puede decir que el poeta banilejo es un poeta eclético; toma de sus influencias
lo que necesita, pero sin apegarse a ninguna de las estéticas anteriores,
siempre infundiendo en su obra el sello de su originalidad.
Mucha
razón tiene el poeta y editor José Alejandro Peña cuando señala:
Su preocupación mayor estuvo siempre centrada en la supremacía del contenido sobre la forma, pese a que fue un hombre muy culto y con un estilo en la prosa y en el verso que asombra a los gramáticos, a los compungidos buzos que buscan en el fondo lo que está en la superficie. Sus poemas dan fe de un comedimiento sensorial sostenido, de punta a punta, entre lo rural y lo urbano, describiendo con imágenes casi polvorientas los paisajes locales y dando un perfil del hombre contemporáneo, el lleno de esperanza, el desposeído de todo, el que con su humildad se lanza hacia un futuro cada vez más incierto [2].
Y continúa diciendo:
Sus poemas tienen un estilo lúcido y fornido y limpio como un piso de mármol al que apenas se le asienta el polvo.
Estos son pues los aspectos que resumen el
estilo del poeta banilejo, un estilo desprovisto de ornatos innecesarios, claro y
sencillo, a través del cual deja entrever su profunda preocupación
social. Su poesía logra golpear y mover las conciencias dormidas con una
sensibilidad poética inigualable.
Su
poesía es una poesía descriptiva, rica en epítetos e imágenes sensoriales que a
veces resultan chocantes, pero que dota la expresión de mayor carga emotiva,
cuando lo que trata de revelar es la realidad mísera de los más desventajados
de la sociedad. Y es algo que podemos percibir en el siguiente fragmento del
poema Canto triste a mi patria amada:
“empalizadas
bajas y altos matorrales,
Las casas
agobiadas por el peso de los años y la miseria,
La triste
sonrisa de las flores
Que
salpican de vivos carmesíes
Las
diminutas sendas.”
Como
señala José Alcántara Almánzar: “La descripción detallista de seres humanos,
objetos, actitudes, sentimientos, produce otro de los rasgos típicos de su
poesía: la espiral. Es decir, la cadena interminable de versos en que las
premisas de un poema se extienden a veces por páginas enteras, ahogando al
lector en una vorágine descriptiva” (Alcántara Almánzar, 1978, p. 209). Y
es algo que logra por medio de la yuxtaposición de sintagmas, en los que a veces aparecen dos y tres adjetivos
rodeando un sustantivo, y también por el
empleo de la elipsis y la anáfora, por ejemplo:
Porque yo sé que a
Quien te siembra y
cuida,
Injusto cafetal,
Solamente le das
tablas de palma,
Cuatro horcones
podridos,
Veinte frágiles
canas,
Por cama el suelo,
Por mesa sus
rodillas,
Por mujer la que
le dejen,
Y por honra la que
quieran.
(Fragmento del
poema “Cafetales”)
También
se observa en algunos de sus poemas un estilo bastante similar al lenguaje
parabólico de las sagradas escrituras:
Envejecer no es
dar paso adelante,
Acercarse al
abismo de la muerte;
Envejecer es dejar
en el camino
El gusto por las
cosas,
Entregarse, poco a
poco,
A las manos del
viento, descreídas;
Al sol que
implacable evapora los humores;
Al agua que
disuelve, paciente, la figura;
A la sombra que
secuela por los poros, traicionera;
Al canto que
evocando nos diluye en el recuerdo
(Sin el hombre el
tiempo no sería)
Otro
aspecto peculiar en su estilo es esa expresión casi espontánea que da la
sensación de que él estuviese dialogando
con alguien en algunos de sus poemas, por ejemplo:
"Sí, lo sé,
ya me lo dijeron:
No es higiénico
pensar en la muerte a cada rato,
Pero la muerte no
me duele ni me asusta,
Es parte de mí, de
mi destino,
Pedazo imborrable
de mí mismo,
La sombra que se
acaba con mi sombra"
(Paso más hacia la
muerte, Canto y, estrofa l)
Como
hemos visto, el estilo de Héctor Incháustegui Cabral es el de una poesía poco
preciosista, con un lenguaje metafórico, una claridad y una fuerza magistrales.
Sus poemas son una combinación de versos libres, largos y cortos, con
abundantes epítetos y recurrencia de términos, movidos por la fuerza caprichosa
del encabalgamiento, la elipsis y en ocasiones por el hipérbaton. Es un estilo
que deja entrever sutilmente las influencias que ha recibido el poeta, pero
expresando su personalidad.
Bibliografía
Alcántara
Almánzar, J. (2012). REENCUENTRO CON HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL. Ciencia y Sociedad,
XXXVIIJulio-Septiembre, 355-368.
Alcántara
Almánzar, J. (1978). INTRODUCCIÓN A LA OBRA POÉTICA DE HECTOR INCHÁUSTEGUI
CABRAL (Primera Parte) Ciencia y Sociedad,
III Julio-Diciembre, 203-226.
Alcántara
Almánzar, J. (1979). INTRODUCCION A LA OBRA POÉTICA DE HECTOR INCHÁUSTEGUI
CABRAL (Segunda Parte) Ciencia y Sociedad,
lV Enero-Julio, 43-55.
Saba,
R. (2014) Trayectorias Literarias:
Héctor Incháustegui Cabral. Consultado el 19 de octubre del 2015 desde: http://dominicanaenmiami.com/?p=6858
[1] Héctor lncháustegui
Cabral. El pozo muerto. p. 170. Citado por José Alcántara Almánzar en su obra
INTRODUCCION A LA OBRA POÉTICA DE HECTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL (Primera Parte),
p. 211.
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