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El sí de las niñas, neoclasicismo e ilustración

                                


“La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. Él mismo es culpable de ella.”
Emmanuel Kant

La ilustración constituyó un movimiento intelectual reformista que surgió en Francia en el siglo XVIII y se expandió por gran parte de Europa, caracterizándose por la fe en la razón, la crítica a las instituciones tradicionales y la difusión del saber. Este se manifestó en la literatura a través del neoclasicismo, corriente literaria que significó el retorno a los modelos clásicos que fueron rechazados durante el Barroco. Las obras de esta corriente se basaban en la razón, la moral y la didáctica; se rechazaba lo fantástico y popular y se proponía lo racional y académico. Entre sus características están: la adopción de los modelos clásicos, el papel preponderante de la razón, el arte como imitación de la naturaleza, la función didáctica y la universalidad.

Una expresión algo tardía del neoclasicismo en la literatura española se encuentra en El Sí de las niñas, obra maestra del comediógrafo Leandro Fernández de Moratín. Esta fue escrita en el 1801 y puesta en escena en el teatro de la Cruz el 24 de enero del 1916. La misma fue prohibida por la Inquisición española debido a las ideas ilustradas que expone, algo revolucionarias para su tiempo. Constituye una comedia donde se critica la educación femenina y los matrimonios por conveniencia.

La obra se compone de tres actos en los que se desarrolla una serie de escenas donde intervienen un número limitado de personajes. Cuenta la historia de Francisca, una joven de 16 años, prometida en matrimonio con Don Diego, un señor mayor de buena posición económica. Este compromiso responde a los intereses de Doña Irene, la madre de la joven, pero Francisca no está muy feliz con la decisión, ya que ama en secreto a Félix, quien termina siendo sobrino de Don Diego. 

Características

Como característica del neoclasicismo, en la obra se percibe la adopción de los modelos clásicos, mediante la regla de las tres unidades (Una sola acción, lugar y tiempo). La acción de la comedia se desarrolla en un mismo lugar, durante un tiempo menor a las 24 horas, como establece la regla. Esto se explica en la acotación al inicio de la obra:

La escena es en una posada de Alcalá de Henares.
El teatro representa una sala de paso con cuatro puertas de habitaciones para huéspedes, numeradas todas. (…)
La acción empieza a las siete de la tarde y acaba a las cinco de la mañana siguiente.
(Acto I)

Aquí el tiempo es simbólico; el conflicto se resuelve justamente al salir la luz en el día siguiente, coincidiendo con el momento en que Don Diego entra en razón y deja que los jóvenes sean felices. Constituye la idea de la razón como la luz que triunfa sobre la ignorancia.

En el personaje de Don Diego se percibe otra de las características del movimiento; el papel preponderante de la razón. Los conflictos en la obra son sometidos al razonamiento y de esta forma se llega a su resolución. Y es Don Diego quien encarna la voz de la razón a lo largo de la historia:

Precisamente en esa edad son las pasiones algo más enérgicas y decisivas que en la nuestra, y por cuanto la razón se halla todavía imperfecta y débil, los ímpetus del corazón son mucho más violentos.
(Acto I, escena V)

El personaje representa la imagen del hombre ilustrado, poseedor de una basta experiencia y amplios conocimientos que le permiten dilucidar mejor los problemas y situaciones. Es una persona que se conduce por la razón y no por sus sentimientos o pasiones, aspecto que alcanza su máxima expresión al final de la historia, cuando él renuncia a Francisca.

Por otro lado, la obra es un ejemplo del arte como imitación de la naturaleza o realidad, característica del neoclasicismo que se manifiesta mediante los conceptos de la verosimilitud y el decoro. El primero de estos conceptos se refiere a mostrar los hechos ficticios lo más parecidos a la realidad y el segundo a hacer hablar a los personajes de acuerdo con su condición social, edad, sexo, etc. Se busca expresar lo natural y cotidiano en cada tipo. En la obra es muy marcada cada una de las personalidades de los personajes, los cuales son fáciles de ubicar socialmente de acuerdo con su forma de expresarse y su conducta. Un ejemplo de esto es el personaje Rita, la criada, que muestra un lenguaje más coloquial, lo cual responde a su condición social:

Desengáñese usted, señorita. Con los hombres y las mujeres sucede lo mismo que con los melones de Añover. Hay de todo; la dificultad está en saber escogerlos. El que se lleve de chasco en la elección, quéjese de su mala suerte, pero no desacredite la mercancía.
(Acto II, escena V)

Otra característica que se percibe es la función didáctica, mediante el empleo de males o errores de la sociedad como ejemplos para despertar consciencia e impartir una enseñanza. En la obra se plantea una crítica a la forma autoritaria que tienen los padres al educar a sus hijos, como se percibe en el siguiente fragmento:

¡Mandar, hija mía! En estas materias tan delicadas los padres que tienen juicio no mandan. Insinúan, proponen, aconsejan; eso sí, todo eso sí; ¡pero mandar!... ¿Y quién ha de evitar después las resultas funestas de lo que mandaron?... Pues, ¿cuántas veces vemos matrimonios infelices, uniones monstruosas, verificadas solamente porque un padre tonto se metió a mandar lo que no debiera?
(Acto II, escena V)


Los padres o tutores son fuertemente señalados como causantes de las desgracias y las malas actuaciones de sus hijos; y generalmente estas críticas aparecen en voz de Don Diego, personaje que claramente representa las ideas ilustradas.

La obra también se destaca por su universalidad, en cuanto al tratamiento de los temas. El matrimonio por conveniencia, la educación tradicional y los conflictos familiares, son aspectos que se observan en todas las culturas y en todos los tiempos. Las actuaciones de los personajes son características de la condición humana y expresan el modelo conductual de diferentes figuras de la sociedad.

En el Sí de las niñas se observa una situación que viene arrastrándose en épocas anteriores y es el caso de la inequidad de género, que en aquella época era mucho más marcado. Las mujeres no tenían el poder para decidir por ellas mismas; eras manejadas por sus familias o sus esposos y también tenían poca participación en la vida académica y laboral. Por eso se les enseñaban actividades del hogar y a mantener una vida religiosa activa, convirtiéndolas en el modelo perfecto de esposa que la sociedad de aquel entonces requería. Es un aspecto que se critica fuertemente en la obra, y es por ello por lo que se propone la libertad del individuo para la toma de sus propias decisiones.

El caso anterior podemos relacionarlo con la idea de la minoría de edad del filósofo ilustrado Emmanuel Kant. Esta minoría no se expresa exactamente por los años, sino por la falta de decisión de los seres humanos para valerse y pensar por sí mismos. Es algo que se observa en el personaje de Francisca, incluso la poca edad que tiene puede simbolizar esta idea. Se observa como Don Diego en el transcurso de la historia le incita a que hable por sí misma y sea capaz de expresar lo que siente; en otras palabras, trata de hacerla salir de su minoría de edad. Pero como señalaba el filósofo, es en la mujer donde mayormente se presenta esta condición, y Francisca lo manifiesta claramente.

Asimismo, la comedia expresa el conflicto de la época entre el sector conservador y el ilustrado, a través de Doña Irene y Don Diego, personajes que representan las ideas de estos grupos respectivamente. En Doña Irene se observa la religiosidad, el dogmatismo y los prejuicios de los conservadores. En cambio, Don Diego, como hemos visto, representa las ideas de la ilustración. En las discusiones que sostienen ambos en algunas de las escenas se muestra la diferencia tan marcada de mentalidad y conciencia de cada grupo.

En resumen, El sí de las niñas es una ingeniosa obra que plantea una reflexión en torno al abuso de poder de los padres hacia sus hijos y la forma represiva de la educación femenina de la época. Saca a la luz los vicios y errores sociales de su tiempo, que como señala el propio autor, “son tan funestos a la sociedad como favorables a sus privados intereses”. Es el sí de la sociedad y el de la familia, pero no el de la mujer. Constituye una pieza teatral que permite ver mediante los errores de la sociedad la importancia en la libertad de pensamiento y elección.

Bibliografía:

Carnero, G. (2005) Los dogmas neoclásicos en el ámbito teatral. Alicante: Anales de la literatura española.

Bittoun-Debruyne, N. (s. f.) Moratin y Marivaux: ¿Influencia o convergencia? Recuperado el 28 de abril del 2014 desde http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/moratin-y-marivaux-influencia-o-convergencia-0/html/ff9017d4-82bl-11df-acc7-002185ce60643.html


Fernández de Moratín, L. (1806). El sí de las niñas. Edición digital a partir de Madrid: Impta. De Villalpando.

Kant, E. (S. f.). Filosofía de la historia. Buenos aires: Nova.

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