Construir una historia en base a un sueño, o tratar de imitar este fenómeno en el plano narrativo implica cierto desafío. El sueño como recurso narrativo puede ser muy enriquecedor para la ficción, pero también corre el riesgo de convertirse en un artificio cliché, especialmente en relatos con finales sorpresivos. Pero este último aspecto no constituye el caso del cuento de O. Henry, precisamente titulado “El sueño”, el cual resulta ser una pieza ejemplar de cómo el recurso onírico es manejado a la perfección.
A Borges y Bioy les debemos una de las mejores traducciones de este cuento, que incluso mejora bastante el efecto narrativo, gracias a ciertas licencias que los argentinos se tomaron, logrando que el final sea incluso más efectivo que en su idioma original.
Que el cuento se titule “El sueño” puede resultar una evidente anticipación del contenido de la historia. Incluso la explicación que ofrece el narrador al inicio, mediante una voz autorial- tan de moda para la época-parece un spoiler descarado de lo que nos espera. Pero a pesar de cortar con la ilusión del realismo, este recurso aporta una cohesión bastante interesante con el final, que termina jugando a su favor, al contrario de lo que algunos lectores esperarían.
El autor pudo haber iniciado obviando esa explicación, relatando la situación de Murray, de modo que el lector no se percatase del juego y, en efecto, terminara embriagado por la ficción, para desembocar en un final totalmente inesperado. Pero esto solo habría sido un recurso artificioso, y para el relato en cuestión, innecesario, puesto que, como se señaló antes, la revelación al inicio solo juega en favor de la historia.
¿Cómo lo hace? Haciendo creer que la sentencia de Murray es solo parte de un sueño, cuando en realidad el sueño termina siendo lo que para el protagonista es la vigilia al lado de su familia. En su versión original, la explicación es evidente, pero Borges y Bioy en su traducción optan por suprimir ciertos detalles y aportar algunas variaciones para que el efecto de “muñeca rusa” sea más impactante. A pesar de ello, un lector, ignorante de este detalle, terminará ofuscado, incapaz de visualizar la línea que divide la ficción de realidad.
Este final no se habría conocido de no ser por el argumento que el autor ofreció a sus editores, ya que había muerto antes de culminar el cuento. Posiblemente el final habría tenido un efecto diferente, pero de todas formas, el ritmo acelerado de la nota final aporta un resultado llamativo y encaja muy bien con el resto del relato, mediante el empleo del estilo directo libre.
Como se evidencia, la explicación al inicio no afecta al relato, pues el lector es igualmente engañado mediante el último giro argumental.
Cabe destacar, la forma tan palpable en la que el autor evoca la atmósfera de la cárcel, aspecto en el cual quizás se refleja su propia experiencia en la penitenciaría de Ohio. Resulta sugerente que el pabellón donde se encontraba el protagonista fuera llamado por los presos como “La Calle del Limbo”, contribuye a aumentar ese efecto ilusorio que se percibe a lo largo del cuento, además de ir de la mano con el estado psicológico que embargaba al protagonista, el cual se hallaba indiferente y sereno, como un alma perdida en el limbo.
En definitiva, “El sueño” de O. Henry es una verdadera obra maestra del trick story, o el relato con final sorpresivo. Como señala Fontaine (2010), constituye “un cuento en que el sueño de un condenado es interrumpido por el estremecimiento de la corriente de la silla eléctrica, sólo que ahora ese cuento a su vez queda interrumpido por la muerte del autor del cuento...” No por nada el autor es considerado como uno de los grandes maestros del cuento breve.
Referencia bibliográfica:
Fontaine,
A. (2010) Letras Libres – México.
Recuperado de http://oyeborges.blogspot.com/2010/12/el-sueno-borges-y-o-henry.html
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