La lectura nos permite abrir puertas de mundos desconocidos y maravillosos mediante la llave de la imaginación. Pero la imaginación― por más fabulosos que sean los mundos que pueda crear― está basada en algún aspecto de la realidad, y cuando en una lectura se desconoce el aspecto que se está expresando, resulta que nuestra mente reproduce imágenes poco concretas y algo confusas de lo que leemos, pues no tenemos una referencia firme sobre la cual sostenernos. Esta es una de las dificultades con las que nos encontramos en la comprensión de las lecturas extranjeras, porque la realidad que se expresa se desconoce o no siempre concuerda con la nuestra. Ahora bien, la televisión y el cine han servido como instrumentos para aproximarnos a aquellas realidades sin tener que tomar un boleto de viaje, pero al final las imágenes que nos fijamos en la cabeza son bastante pequeñas en relación con los objetos o fenómenos que representan. Además de esta dificultad, está la traducción, que puede
Netflix, 2020 Dark desde su título nos anunciaba una historia oscura, afianzada por esa atmósfera sombría de tonos fríos, siendo una de sus críticas la severidad del relato y falta de humor (como si el humor fuese un imperativo en las historias). Pero diferente al tono de una película de terror, esta apariencia me resulta melancólica, llegando a generarme la extraña sensación de haber visto el programa hace muchos años atrás, cuando apenas lo vi hace dos. Uno de los discursos que se venía planteando era el determinismo en los eventos que afectaban a los personajes, quienes, tal cual tragedia griega, parecían ser esclavos del destino, en este caso representado por el tiempo. Cuando trataban de cambiar los hechos, terminaban descubriendo que eran los causantes de los mismos, en un eterno ciclo donde el comienzo se fundía con el fin. Y en este sentido, la existencia de los personajes resulta ser una especie de castigo similar a la Piedra de Sísifo, un peso que cargan una y otra vez en