La
lectura nos permite abrir puertas de mundos desconocidos y maravillosos
mediante la llave de la imaginación. Pero la imaginación― por más fabulosos que
sean los mundos que pueda crear― está basada en algún aspecto de la realidad, y
cuando en una lectura se desconoce el aspecto que se está expresando, resulta
que nuestra mente reproduce imágenes poco concretas y algo confusas de lo que
leemos, pues no tenemos una referencia firme sobre la cual sostenernos. Esta es
una de las dificultades con las que nos encontramos en la comprensión de las
lecturas extranjeras, porque la realidad que se expresa se desconoce o no
siempre concuerda con la nuestra. Ahora bien, la televisión y el cine han
servido como instrumentos para aproximarnos a aquellas realidades sin tener que
tomar un boleto de viaje, pero al final las imágenes que nos fijamos en la
cabeza son bastante pequeñas en relación con los objetos o fenómenos que representan.
Además de esta dificultad, está la traducción, que puede ser fiel o no al
idioma original, puesto que existen palabras y frases en otras lenguas a las
cuales solo es posible llegar a una aproximación, interpretar o adaptar, mas no
traducir, en el sentido estricto de la palabra.
No
obstante, no es solamente un asunto de traducción, es un asunto de la realidad
misma, que como nos dice Gabriel García Márquez, “es desmesurada y con
frecuencia nos plantea a los escritores problemas muy serios, como es el de la
insuficiencia de las palabras”. Resulta pues que no existen palabras
suficientes para expresar por escrito todo aquello que contemplamos en el mundo
que nos circunda, debido a lo inmenso que es, también por la diversidad que
presenta; y aquí surge la divergencia entre los idiomas, pues los mismos
expresan la realidad del lugar en el que nacen. En este sentido, el mismo
Márquez nos expone el ejemplo de varios términos y sus implicaciones en
relación al contexto europeo versus el americano; “Cuando hablamos de un
río―dice― lo más grande que puede imaginar un lector europeo es el Danubio, que
tiene 2790 kilómetros de largo ¿Cómo podrían imaginarse el Amazonas, que en
ciertos puntos es tan ancho que desde una orilla no se divisa la otra? La palabra
tempestad sugiere una cosa al lector europeo y otra a nosotros, y lo mismo
ocurre con la palabra lluvia, que nada tiene que ver con los diluvios
torrenciales del trópico” (Samper, entrevista realizada a García Márquez en
1989).
En
fin, la imaginación, por medio de la lectura, depende en parte de la influencia
de las experiencias y conocimientos de una persona en torno a su propio mundo.
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