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Reivindicando a Las crónicas de Narnia: el príncipe Caspian. Segunda parte

En la sección anterior estuvimos comentando algunos  aspectos de la adaptación de Las crónicas de Narnia: el príncipe Caspian (2008), relacionados con el guion y  la fotografía. En esta  segunda parte abordaremos el discurso de trasfondo de la historia, recurriendo nuevamente a ciertos aspectos técnicos, considerando que en toda obra  el fondo y la forma son inseparables. 

Telmar y la analogía de la conquista

La visión de Andrew Adamson y su equipo para esta adaptación significó la asunción de varias licencias creativas. Las licencias en bien del producto son siempre favorables, pero deben cuidar de no romper con la esencia del material original para que puedan resultar efectivas. Los guionistas, al igual que hicieron con la película anterior, dieron un tratamiento más maduro a la historia original, pero esta vez mucho más en serio. A los telmarinos se les quiso dar un aspecto distintivo, que los reconociera como una cultura o un pueblo, y eso incluía cambiar la etnia, dándole una apariencia mediterránea o hispánica. Se evidencia en esto la intención de reflejar en ellos a los piratas o colonizadores, y no es del todo desacierta la decisión, pues precisamente los telmarinos provienen de una raza de piratas, según se cuenta en el libro. Pero esto atrajo ciertas críticas, que llevó incluso a unos de los productores a disculparse. Siendo los villanos, una decisión como esta podría resultar ofensiva, pero ya en los libros con los Calormenos se plantea un caso similar, donde la referencia a cierta cultura es bastante evidente, por lo que con ello no se estaría rompiendo con la narrativa de Narnia, sino dándole un mayor sentido y profundidad. 

Viéndolo desde cierta perspectiva, este aspecto resulta interesante. La situación en la Narnia de Caspian se podría comparar con América en los tiempos de colonización, donde las razas indígenas o los pobladores originarios estaban siendo mermados. Esto es lo que ocurre con los narnianos, al punto que para el contexto de la historia son considerados una raza extinta por parte de los telmarinos. Esa apariencia de colonizadores en los hombres de Telmar se ve reflejada  tanto en su comportamiento como en los detalles de su armadura. Son un pueblo que se apodera de los recursos ajenos para sus propios fines ( así  destruyen parte del bosque para construir un puente que permita el traslado de las tropas). "Nuestra raza solo obtiene lo que toma de otros", una línea que pronuncia Miraz y en la que se resume la descripción de los telmarinos.  Básicamente son la representación de la corrupción humana, en una visión medievalista  expresada en el  saqueo y la apropiación de tierras,  visión que también se ve evidenciada en el carácter supersticioso  del pueblo telmarino. 

En cuanto a la caracterización, se aprecia en el diseño de vestuario y la armadura ciertas similitudes con las ilustraciones de los soldados colonizadores:
Conquistadores vs. Incas
Fuente

Armadura de Telmarino
Conquistadores españoles vs indios
Fuente
Walt Disney and Walden Media, 2008

Walt Disney and Walden Media, 2008
Fuente
























Claramente esto pudo servir como referencia para los guionistas y diseñadores.

La pérdida de la fe

Es sabido que Las crónicas de Narnia están cargadas de connotaciones religiosas. De hecho, El León, la Bruja y el Ropero con frecuencia es interpretada como una alegoría de ciertos eventos del evangelio,  como  la muerte y resurrección de Jesucristo a través de la figura de Aslan. En el Príncipe Caspian vemos igualmente la  figura mesiánica en Aslan, pero mayormente como símbolo o icono. Debido a su ausencia, su figura se ha hecho distante, al punto que para muchos solo es un mito, un ser inexistente. En efecto, Aslan en el contexto de la historia, es un reflejo de cómo  Jesucristo es percibido en nuestra realidad, un ser que algunos solo conocen por representaciones y para quiénes ni siquiera existe.
Walt Disney and Walden Media, 2008


Quizás la representación más significativa es el relieve que se encuentra detrás de los dos grandes pilares en la mesa de piedra, el cual nos recuerda la hermosa escena de la resurrección de Aslan en la película anterior. Aunque aquí tiene una apariencia melancólica y solemne, como la puede tener un crucifijo o un icono religioso.
Walt Disney and Walden Media, 2008
 
En efecto se muestra una pérdida de fe, que de hecho constituye uno de los temas principales de la obra. Esta idea se ve reforzada especialmente en el escepticismo manifestado por el enano Trumpkin y la actitud que manifiestan los hermanos mayores. De todos, Lucy es la que conserva la fe en Aslan, razón por la cual es la única que puede verlo desde un principio. La nostalgia que se percibe durante el primer tercio de la película, bajo esa atmósfera fría y oscura,  también realza esta idea; la muerte de la magia, la desaparición de la mayoría de los narnianos, ofrece un ambiente desalentador.

Podría decirse que parte del fracaso de nuestros héroes se debe a esta pérdida de fe. Un diálogo que lo acentúa es ese en el que Lucy dice: "¿Ya olvidaste quién fue que venció a la Bruja Blanca, Peter?", a lo que su hermano responde: "Creo que ya esperamos a Aslan lo suficiente". 

Tras el fracaso, Caspian sucumbe ante la tentación del mal, que viene simbolizada por la reaparición de la Bruja Blanca. Incluso Peter, es seducido  por la Bruja, al punto de casi cambiar su decisión, si no es por la rápida intervención de su hermano. Y al final de la escena, se muestra un plano del relieve de Aslan, como si este observara a Peter y a Caspian con decepción, También la escena sirve para reforzar la idea de la omnipresencia de Aslan y la victoria del bien ante el mal.
Walt Disney and Walden Media, 2008


Entonces, Lucy se convierte en la única esperanza de los narnianos, al poseer en mayor grado esa fe que los demás habían perdido.

En la ausencia de Aslan puede percibirse un aspecto negativo de la figura de Dios, al mostrarlo como un ser que se mantiene al margen de los conflictos de sus criaturas, permitiendo la muerte de inocentes. Pero su falta de protagonismo responde en parte a la cuestión de fe; un Dios que se revela a sus criaturas solo cuando estas recuperan la creencia en él. Aunque más bien, su reaparición  constituye el último recurso de la trama, su Deus ex machina.

Y es aquí donde falla el guion de la película, al incurrir en lo mismo y ofrecer un clímax que emula la película anterior con el regreso del León, dejando mal parados al resto de los protagonistas, como si no pudieran resolver sus propios problemas y necesitaran siempre de Aslan para salir de aprietos; distinto del libro, donde los reyes y reinas juegan un papel más importante al final, y no parecen solo "ganar tiempo", como ocurre en la adaptación.

Otra connotación religiosa  podría aparecer en la figura de Caspian, que puede verse como un émulo de Moisés, al abandonar su hogar y unirse a un pueblo, para luchar  contra  quiénes  una vez fueron su familia.

El mensaje de los guionistas

Para los guionistas, la lucha de los narnianos y los telmarinos trae como mensaje la victoria de la naturaleza. Ante el asalto de los telmarinos, la naturaleza también se ve obligada a  tomar parte en la batalla, mediante la presencia de los árboles y el Dios del río.  Algo similar a lo que vimos en las Dos Torres con Saruman y su conflicto con los Ents. Pero en el Príncipe Caspian, el mensaje no es tan claro como en el caso del Señor de los Anillos, ya que no se perciben verdaderas consecuencias de las acciones de los telmarinos en perjuicio de la naturaleza, más allá de la destrucción del linde del bosque para la construcción del puente. Lo que hacía significativa la lucha de los Ents era que el daño por parte de Saruman, había sido enorme y dramático, pero nada de eso se ve en el Príncipe Caspian, por lo que la presencia de los árboles y el Dios del río se percibe como un Deus ex machina más traído por Aslan.

Pero ante todos estos temas, permanece por encima el tema de la maduración. Los Pevensie vuelven a Narnia para aprender algo nuevo, y tras ello deben retornar a su mundo. Para Peter y Susan sería el último viaje, pues su aprendizaje había llegado a su fin. Porque Narnia, a pesar de los peligros, es un lugar para los corazones infantiles, y en ese mundo ya los hermanos mayores no tenían cabida; era momento de que empezaran  a aprender sobre su propio mundo, enfrentar la vida adulta. Este es a mi juicio, el mensaje más importante.

Como reflexión final, El Príncipe Caspian fue y seguirá siendo una producción de proporciones épicas, cuyo fallo estuvo en haber olvidado su esencia: ser un relato infantil, con batallas y criaturas parlantes. Todo lo que se hizo fue con buenas intenciones, con la idea de atraer un mayor público, de ajustar el relato a la edad de sus protagonistas (algunos ya bastante crecidos), y ofrecer una visión más madura y dramática de una historia, que a pesar de los conflictos que presenta, sigue siendo un relato infantil. Quizás el afán de experimentar e innovar, o de emular al Señor de los Anillos, les hizo olvidar a sus creadores ese pequeño pero importante detalle. 

Esto no la hace una mala película.  Esta no fue una producción solo para ganar dinero, cada fotograma, cada atención al detalle, cada aspecto aquí comentado, revela un verdadero empeño y dedicación por parte de todo  el equipo que participó en su elaboración. Tan solo hay que ver los clips del DVD para evidenciarlo en las palabras de sus creadores y los demás involucrados. Filmaciones en condiciones poco óptimas, viajes constantes, una lucha contra el tiempo. Pero como al final, el proceso se ve mermado por el resultado, lo que importó fue la reacción de los espectadores, los últimos jueces, que terminaron por desaprobarla.

En mi experiencia, conocí esta película antes de ver la primera, y realmente me sorprendía  escuchar las críticas de aquellos que decían: "no es tan buena como la primera". Y creo que el problema radica en  contar con ese antecedente con el cual la comparación es inevitable. Y en realidad la diferencia es grande, solo la banda sonora (que en realidad es un reciclaje de la anterior,  exceptuando el tema de Caspian y sus variaciones) nos trae de vuelta a la vieja Narnia, aunque en temas en los que se escucha un eco distante y disminuido de la épica música de Harry Gregson Williams, un aspecto quizás intencionado para impregnar de mayor nostalgia la atmósfera que predomina en la cinta.

 Si se viera de forma  independiente, si fuera una historia totalmente diferente, desvinculada de su antecesora, tendría mayor valor. Pero su crimen es ser una secuela, una secuela que no debió separarse de la anterior en esencia.







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