Cuando un artista ve realizado lo que posiblemente constituye su obra maestra, se enfrenta a la difícil tarea de mantener sus trabajos posteriores al mismo nivel. Parece que este ha sido el caso del cineasta italiano Paolo Sorrentino. Dos años después de su gran éxito con La Gran Belleza, lanza su película Youth (Juventud), sin reproducir el mismo resultado. El filme obtuvo críticas dividas, en algunas de las cuales se decía que era una película pretenciosa o solo un reciclado de las ideas que el creador había expuesto en su éxito anterior. Era de esperarse que algo así sucediera, al tener como referente La Gran Belleza, las expectativas eran enormes, y al no ser satisfechas el espectador terminaría defraudado. Pero para ser justos, Youth merece una mirada independiente, sin la presencia de su hermana mayor, para poder ser apreciada por lo que es, una verdadera obra de arte, aparentemente "vacía".
Youth nos muestra una mirada melancólica sobre el paso del tiempo, a través de dos amigos artistas que se encuentran en la postrimería de sus vidas. Un consolidado compositor y un cineasta pasan sus vacaciones de verano en un hotel suizo. El primero ya retirado y el otro todavía entusiasmado con lo que sería el último trabajo de su carrera, nos hacen testigos de momentos irónicos, reflexivos y hasta banales en los que salen a relucir pequeños detalles de su pasado y revelan una amistad no comprometida, pero sincera.
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Sorrentino posee un estilo bastante definido. Sus fotogramas han sido con frecuencia calificados de poéticos. Y no es para menos. Youth es un ejemplo. Cada plano es una obra de arte, donde los elementos parecen cuidadosamente colocados para un fin. Contando con un elenco de primera, entre los cuales se destacan Michael Caine, Harvey Keitel y Rachel Weisz, y con una fotografía cautivadora, la película parece no requerir de nada más para sostenerse por sí sola. No hace falta una trama intrigante, o un conflicto dramático entre los personajes, pues el peso descansa mayormente sobre la estética. Es un cine contemplativo, rico en una narrativa visual, cargada de planos generales y movimientos de cámaras en los que los actores y actrices parecen estar posando para una revista más que actuar. Lo trivial y lo sublime se funden en una sola composición, mostrándonos que no solo lo bello es arte, sino también lo feo y lo grotesco, hasta lo banal, si es debidamente manejado.
Mi impresión con esta película me hizo recordar las primeras páginas de La montaña mágica, con la estadía de Hans Castorp en el Sanatorio de Davos, sus paseos con su primo Joaquin Ziemssen por los alrededores del establecimiento y su interacción con los demás huéspedes del lugar. Algo en el ambiente de Youth nos traslada a esa atmósfera que puebla La montaña mágica, con esa inercia tan característica, en la que no parece ocurrir algo verdaderamente importante o al menos crucial para los personajes, más que el intercambio de experiencias entre ellos. En cuanto a los protagonistas de la película, como nos señala Martinez (2015) "estamos ante dos émulos de Settembrini y Naphta, los personajes que ordenan los rescoldos del siglo XX en 'La montaña mágica' de Thomas Mann".
Indigo film, 2015 |
Pero este no es el único aspecto que comparte con la novela, en ambas obras existe un tema fundamental: el tiempo. En palabras del propio autor, la película es un drama que cuenta “cómo transcurre el tiempo, cuánto ha pasado y cuánto queda por delante”. No es de extrañar que sean dos ancianos los protagonistas, pues precisamente se encuentran en la edad justa para ser la manifestación viva de este paso del tiempo.
Aquí la juventud no viene definida por la edad, sino por la actitud frente a la existencia, especialmente frente a la idea del futuro. Ambos protagonistas encarnan actitudes opuestas al respecto; el compositor, ya retirado, se muestra indiferente, ante todo, inclusive ante la invitación de la reina de Inglaterra, no guarda ningún deseo por seguir su carrera o su propia vida; en cambio su amigo cineasta aun se muestra optimista y cree que todavía tiene algo grande que contar. La imagen de la Miss Universo está ahí no como símbolo de la juventud, sino como una metáfora de la vitalidad, un recordatorio de la plenitud y la belleza, que como todo perece.
Indigo Film, 2015 |
Podría decirse que el conflicto resulta de cómo los protagonistas tienen que lidiar con la idea de que ya no les queda toda una vida. La esperanza del cineasta es su musa, Brenda, la gran actriz que lo acompañó en su carrera, interpretada magistralmente por Jane Fonda- que en los pocos minutos que interviene, llena la pantalla-. Paradójicamente es ella quién termina por recordarle lo viejo y gastado que está, lo cual desencadena el momento más dramático de toda la película, y lo que podría denominarse el clímax de su trama. En cambio, para el compositor el porvenir parece más brillante; al escuchar las buenas de su doctor, que ante su pregunta ¿Qué me espera allá fuera? Le responde: “Juventud”, ve un motivo para seguir viviendo, por lo que termina aceptando la solicitud de la Reina, cerrando con ello la historia de forma emblemática. Resulta interesante observar el camino opuesto que siguen las líneas narrativas de estos personajes y lo irónico de su final, pues aquel que mostraba mayor entusiasmo fue quien terminó por perderlo todo.
Uno de los fuertes en la película son los personajes. En su mayoría, tienen algo importante que decir o demostrar. No se requiere de conocerlos a fondo, basta con un diálogo para reconocer su personalidad y motivaciones. Y este es uno de los aspectos más impresionantes, puesto que la carga dramática en las palabras de los personajes, hace que los diálogos no se perciban como una mera exposición sobre el pasado u otro aspecto de su vida. Cada hecho mencionado es importante para entender el momento actual en el que se encuentran los personajes.
Indigo films, 2015 |
Ahora de que la película falle en abordar la temática de la que presume en su título, es posible, pues como el mismo autor dijo en una entrevista: “… la juventud me la perdí y entonces no sé narrarla”. Pero eso no impide que nosotros como espectadores saquemos una que otra reflexión al respecto. Si bien, habrán algunos que seguirán afirmando que es muy lenta, que no avanza, en fin, que es soporífera.
Desde mi punto de vista, la película es cautivadora, y posee cierto encanto en esa mezcla que hace de situaciones banales y discusiones sobre temas trascendentales. Siempre es grato volver a ser partícipe de ese escape de la realidad, para estremecerse ante el goce estético que nos brinda “The simple song #3” al final de Youth, como recordatorio de una vida vivida, en contraposición con la canción que da apertura al filme, que podría representar la euforia de la juventud.
Referencias:
Martínez, L. (2015). Sorrentino y los precipicios. Recuperado de: https://www.elmundo.es/cultura/2015/05/20/555c77d5ca474162478b4591.html.
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