Juan Ribalta, Preparativos para la crucifixión. Lienzo, 1615. |
Con
el término “Barroco” se suele designar
con frecuencia tres aspectos: un período
histórico, un estilo artístico y un movimiento cultural. El punto en común entre las tres
designaciones es el siglo XVII, momento de la decadencia del Renacimiento en
Europa. El Barroco aparece entonces como una reacción contra la serenidad
clásica y el equilibrio característico del movimiento renacentista. Rompe con
la normativa y la armonía clásica para abrir paso a expresiones artísticas donde predominaba una artificiosidad
exagerada y la ostentación.
Con
el Renacimiento se recupera el ideal clásico de la belleza, el hombre y la
naturaleza. El Barroco significó una especie de retorno a algunos elementos de
la estética medieval, como el uso de los contrastes claroscuristas. Pero la
estética barroca se caracterizaría especialmente por mostrar un arte suntuoso y preciosista, de una ornamentación
exagerada.
El
barroco trae consigo la incorporación de nuevos elementos en el arte, como el movimiento
y el color llamativo. En las manifestaciones artísticas donde mayormente se
aprecia la estética barroca en su esplendor es en la arquitectura y la
escultura, siendo el italiano Gian
Lorenzo Bernini el artista más sobresaliente en este ámbito. Pero la
pintura también cede su espacio al nuevo estilo, destacándose especialmente las
obras del pintor flamenco Peter Pauls
Rubens.
Mención
aparte merece el Barroco Español, especialmente en el ámbito de la literatura,
cuya expresión fue la presencia de dos movimientos: el culteranismo y el
conceptismo. Ambos rompen con el equilibrio clásico entre el fondo y la forma,
pero cada uno presta mayor atención a uno de estos dos elementos en la
producción literaria. El culteranismo dio más importancia a la forma, mientras
que el conceptismo lo hizo al fondo o el contenido. Ambas corrientes se
manifestaron especialmente en el género de la poesía, destacándose Luis de
Góngora en la culterana y Quevedo en la conceptista.
Tanto
en la poesía, como en la pintura, la arquitectura y la escultura, predominó el
elemento barroco del complicado artificio.
En las artes plásticas especialmente se aprecia una atmósfera de
decorado teatral, aspecto también característico de la estética barroca.
El
autor que mejor destacó las características del barroco fue Wölfflin. A su
juicio, lo más típico de este arte es la grandiosidad, la riqueza y el
dinamismo. El arte clásico es un arte a la medida del hombre, mientras que el
barroco aspira a lo grande, podríamos decir a lo sobrehumano. El primero
pretendía ser un arte exacto; el segundo, rico; el primero es monumental, y
vivo el otro. Las formas clásicas son económicas y las barrocas generosas. Para
el historiador de la estética lo importante es saber si la época del barroco
creó su respectiva estética, que estableciera los principios de este arte
grandioso, rico y dinámico; una vez explicadas las características
fundamentales del arte barroco lo que nos interesa a nosotros es saber si hubo
algún teórico que al menos esbozara una estética barroca, diferente de la
clásica.
En
definitiva, la estética barroca fue una evolución de la estética renacentista
en formas de expresión más imaginativas, suntuosas y de ornamentación exagerada.
Respondía a las influencias religiosas y a las nuevas tendencias artísticas del
momento en las diferentes manifestaciones artísticas.
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