Portada de la edición de Sexto Piso |
La novela cuenta la historia de Frederick, un joven abstraído, aficionado a la colección de ejemplares de mariposas, que tras haber ganado la lotería decide comprar una cabaña lejos de la civilización para recluir en ella al amor de su vida, Miranda. Dado que no se siente capaz de conquistarla de otra forma, decide secuestrarla para tenerla solo a su disposición, con la esperanza de que ella logre enamorarse de él. La idea podría parecer romántica desde el ámbito hollywoodense, que suele mostrar relaciones amorosas en los contextos más inverosímiles, pero esconde cierta misoginia por parte del protagonista, que ve a la mujer como un objeto más de su colección para satisfacer sus propósitos egoístas. Pero independientemente del acto cometido, Frederick llega en ocasiones a conmovernos y nos lleva a comprender un poco su raro comportamiento. El joven, cuyas características recuerdan por momentos a Juan Pablo Castel de Ernesto Sábato, inspira lástima, más que cualquier sentimiento de repulsión. Por su parte, Miranda, a pesar de los buenos tratos recibidos por su secuestrador, no llega a padecer el síndrome de Estocolmo, y se muestra igual de egoísta que él.
Contada desde la perspectiva de los personajes principales, la novela presenta una dinámica de diálogo interesante entre ellos, aspecto que mayormente mantiene al lector interesado en el progreso de la historia. A pesar de que en ocasiones los giros en la trama puedan llevarnos a albergar alguna esperanza de cambio satisfactorio, la historia desemboca en un desenlace predecible que deja un sabor amargo, pero que invita a la reflexión.
En definitiva, “El Coleccionista” constituye una lectura intrigante que da muestras del complejo comportamiento de una mente criminal. Asimismo, ofrece al lector la alternativa de dar a la historia un tratamiento frío e imparcial, como si se tratase de un evento ocurrido en la realidad.
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