Uno de los aspectos relevantes en la filosofía de Friedrich Nietzsche es el concepto de "nihilismo" (del latín "nihil", nada). La idea planteada por el filósofo alemán es bastante compleja; en un momento distingue dos tipos de nihilismo: el activo y el pasivo. Ambos coinciden en ser una consecuencia de lo que el filósofo llama "La muerte de Dios", aquel momento en el que el ser humano abandona toda creencia en una fuerza o divinidad sobrenatural y absoluta que le infunde un sentido y un propósito a su existencia. Tras percatarse de que no existe un dios o un absoluto que le de sentido a su vida, el hombre se da cuenta de que todos los valores en los que había creído son una mera farsa, una invención, puesto que ya no está ese legislador que los había implantado. De este modo entra en ese estado llamado nihilismo.
El nihilismo activo se manifiesta cuando el ser humano tras darse cuenta de la inexistencia de lo sobrenatural y la falsedad de los valores, contribuye a la destrucción de dichos valores y a su sustitución por unos nuevos. En cambio el nihilismo pasivo conlleva un estado de desesperación y quietismo.
Este nihilismo pasivo es negativo, ya que lleva al hombre al pesimismo y la inacción . Para el nihilista pasivo la vida se vuelve absolutamente insostenible, pues ya no existe ese soporte que le da sentido a la misma, en consecuencia, los valores pierden validez y el individuo entra en un estado de abandono y vacío existencial.
El nihilismo pasivo define el tipo de pensamiento de muchas de las mentes postmodernas y en ocasiones se manifiesta como resultado de alguna experiencia traumática (como las guerras del pasado siglo) o alguna pérdida significativa que lleva al individuo a abandonar las creencias y los valores del colectivo.
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