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La conjura de los necios y el mundo como trampa


Ilustración de Ignatius Reilly en la portada del libro.

El escritor checo Milan Kundera afirma que la novela “no es una confesión del autor, sino una investigación sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en la que se ha convertido el mundo”. Una obra que se ajusta a esta concepción es La conjura de los necios, escrita por John Kennedy Toole, la cual le otorgó a su autor el premio Pulitzer de manera póstuma. Esta novela viene a mostrarnos a través de las peripecias de su protagonista, Ignatius, cómo el mundo se ha convertido en un espacio cada vez más cerrado, cuyos eventos  repercuten en nosotros sin que podamos escapar de ellos.
Para más información acerca de la obra de Milan Kundera, visite: El arte de la novela según Milan Kundera

La historia de Ignatius constituye una serie de situaciones aparentemente cómicas, en las que el protagonista trata infructuosamente de llevar a cabo sus proyectos ideológicos. A la primera impresión él nos resulta una persona repugnante y despreciable, no solamente por su descripción física, en la que el autor se vale de la caricatura y la hipérbole para mostrarnos la figura de un gordo estrafalario, sino también por su conducta, ya que  Ignatius es un holgazán desconsiderado, egoísta y misántropo, que adolece de afectación. Pero detrás de esa apariencia se encuentra un intelectual con una vasta cultura y una inteligencia desaprovechada. A sus treinta y tantos años  vive con su madre, una mujer nerviosa que lo ha sobreprotegido todo ese tiempo, en un estado de ostracismo en el cual Ignatius ha encontrado espacio y tiempo para dar rienda suelta a sus cavilaciones. Pero tras un accidente que le costó a su madre una demanda, este se verá obligado a salir y buscar trabajo para cubrir los gastos de los daños producidos.  Es entonces cuando se enfrenta a la  trampa  en la que se ha convertido  el mundo. Sin embargo, aun atrapado en esta trampa trata de imponer sus ideas, de lograr algún cambio a través de sus proyectos.

Las motivaciones que arrastran a Ignatius a realizar sus proyectos idealistas se encuentran en su rivalidad con Myrna, una joven activista con la cual el protagonista había tenido una especie de relación. La correspondencia que mantiene con ella vía cartas es uno de los aspectos más interesantes de la novela. Entre ambos no solamente media la distancia física, sino también la distancia de pensamiento y de experiencia. Myrna resulta ser una persona de mente más abierta y con más mundo que Ignatius. Es la única que ha sabido comprenderlo verdaderamente y apreciarlo a pesar de sus defectos. Su preocupación por él es frecuente. Entiende que está desperdiciando su vida y su enorme potencial, por lo que le incita a salir de su hacinamiento y a vivir experiencias liberadoras. Pero Ignatius se niega a escucharla, y en su obstinación se empeña en demostrarle que está equivocada, haciéndole ver que hace algo importante por el mundo.

Impulsado por este motivo, Ignatius no se detiene en mentir o perjudicar a los demás con tal de probar sus ideas o justificar sus actos.  Y es en este aspecto donde muestra su mayor ingenio. Pasa por la vida de los demás avivando el fuego, para luego huir cuando las llamas se han propagado. Pero a pesar de los inconvenientes que provoca, al final su presencia en la vida de ciertos personajes resulta beneficiosa,  convirtiéndose así en un héroe por accidente.

Todos estos aspectos hacen de Ignatius un personaje excepcional. Pero no es el único en mostrar rasgos tan definidos. De hecho, uno de los fuertes de la novela es precisamente la forma magistral en la que Toole ha construido sus personajes, dotándolos de una singularidad que les otorga vida propia. Desde la señora Reilly, el noble  patrullero Mancuso, el sarcástico Jones, la ingenua Darlene,  Lana la autoritaria, la  señorita Trixie, el señor Levys y su pretenciosa esposa, el preocupado González, la tía del patrullero, el pretendiente de la señora Reilly, hasta la irritable vecina de Ignatius; todos adquieren notoriedad a lo largo de la novela, permaneciendo en nuestras mentes al igual que los protagonistas.  Y es que Toole no los hecha al olvido a pesar de ser secundarios, al contrario, los mantiene presentes como piezas importantes en la trama. 



No obstante, el rasgo que se alza por encima de todos como sello distintivo de la novela es el humor, manejado de una forma impresionante por el autor, quien no deja a ningún lector indiferente ante las situaciones cómicas que se describen.  Pero detrás de ese humor se esconde una realidad lacerante que a veces inspira tristeza.  Y en efecto la novela  oscila entre la sátira y el drama con apariencia de comedia.

Las historias de los personajes  desfilan a lo largo de la novela como un comparsa hilarante,  para luego detenerse en un clímax que estalla frente a nosotros a modo de bomba de tiempo. Toole nos  va preparando para ese momento, manejando las líneas argumentales de forma simultánea, para luego entrelazarlas, usando a Ignatius como engarce.  Ignatius es el detonador  de todo el conflicto que conlleva a la resolución final. Y a pesar de sus esfuerzos, no logra  vencer la trampa en la que se ha convertido el mundo,  por lo que no tiene más remedio que liberarse de ella.

¿Pero cuál es esta trampa? Kundera nos dice que para entender el mundo como trampa hay que partir de una hipótesis ontológica, una idea de lo que es el mundo.  Y el mundo, según Toole, es una sociedad decadente, compuesta de ricos, pobres, negros, homosexuales, izquierdistas, etc. Es la imagen de la contemporaneidad,  retratada  en una Nueva Orleans corrompida.  Y en este entorno Ignatius no encuentra cabida,  ya que, como el mismo se define, es un ser anacrónico, alguien perdido en un tiempo que no es el suyo. Es similar a la hipótesis ontológica de Broch,  comentada por Kundera, en la que el mundo es el proceso de degradación de los valores provenientes de la Edad Media, valores con los que Ignatius se siente identificado y que parecen extintos en su época. No es de extrañar que a Ignatius se le compare con Quijote, ya que ambos personajes se encuentran en una sociedad  en la cual sus ideales  han perdido vigencia y la imagen que representan es objeto de burla o indiferencia.


El título del libro parece estar inspirado en una cita de Johnathan Swift con la que inicia: “Cuando en el mundo aparece un verdadero genio […] todos los necios se conjuran contra él”.  Esto podría sugerir, por un lado, la perspectiva de Ignatius, y por el otro un comentario irónico hacia el protagonista. Ignatius  posee una alta opinión de sí mismo que le impide ver sus errores y lo lleva a señalar a los demás como los conspiradores de sus desgracias.  No obstante,  sus acciones absurdas y su pensamiento vacilante parecen confirmar que el único necio es él.  Pero, ante todo, nuestro protagonista es un ser incomprendido, víctima de la crianza recibida y de la trampa que es el mundo.

En definitiva, La conjura de los necios es una novela fascinante, un examen sobre la vida, mostrado desde el lado cómico y absurdo de la misma,  a través de unos personajes únicos en su tipo. Al final, la verdadera conjura no es la trampa en la que se ve envuelto Ignatius, sino la conjura de la cual fue víctima el autor, en manos de unos necios que en su momento no supieron ver la grandeza de esta novela.





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